Vita Activa

Hanna Arendt divide las actividades humanas en tres categorías:

La Labor, asociado a las necesidades biológicas y físicas del ser humano. Un proceso cíclico y repetitivo basado en las supervivencia.

El trabajo, que es la producción de objetos y la construcción de la civilización, es necesario para crear las condiciones materiales de la vida humana.

La acción, que define la libertad humana, la manera en que los humanos influyen en el mundo, ocurre en el espacio público y es vista como la forma más auténtica de libertad.

Para Heidegger, la muerte proporciona un punto de orientación, la posibilidad de morir impone los límites de la acción y hace la libertad finita.

Arendt ubica la Acción en el nacimiento, el milagro recae en la natalidad, el nuevo ser humano posee la capacidad de acción en virtud de haber nacido.

La sociedad moderna, una sociedad de “labor” anula cualquier posibilidad de acción y degrada a los seres humanos a ser bestias de carga, la acción produce nuevas posibilidades, la humanidad moderna aguarda pasivamente frente a los procesos de vivir. El hecho de producir y el de actuar se hunden al nivel de la simple labor.

El ser humano inicia con una heroica activación sin precedente y termina con una pasividad mortal.

Arendt sostiene que la vida del individuo moderno se deja llevar, se abandona y se atiene a un comportamiento funcional. Esta descripción no corresponde a lo que podemos observar en la sociedad moderna. El individuo no renuncia a su individualidad o a su ego para integrarse, a través de su trabajo, al proceso anónimo de la vida de la especie.

La sociedad contemporánea, como una sociedad de logros y de negocios, fomenta la individualidad.

El ser humano está equipado con un ego a punto de estallar, no es pasivo, es hiperactivo e hiperneurótico.

Las actividades humanas se están hundiendo a los niveles de la mera labor donde prevalece un nerviosismo frenético.

La perdida de la fe, no sólo en Dios o en lo que hay más allá de la vida, sino a la realidad misma hace que la vida humana sea radicalmente fugaz. No sólo la vida, sino el mundo en general se ha vuelto radicalmente fugaz. Nada de lo que se produce promete duración ni sustancia.

Dada la falta de ser, surge el nerviosismo y el malestar. Pertenecer a una especie beneficia al individuo que trabaja para el bienestar de sus similares, sin embargo, en este tiempo el individuo se encuentra sólo.

La falta de narrativa hace la vida vacía. El trabajo se vuelve una actividad vacía. Trabajar y vivir meramente define nuestra condición, nos lleva a una existencia reemplazable.

La sociedad de logros nos reduce a una vida vacía, no sólo a los excluidos, sino a todos, sin excepción.

Esta vida vacía tiene la particularidad de no ser completamente reemplazable, no puede ser terminada, está no-muerta, por decirlo de alguna manera. La vida, en si misma, vacía y pura, es sagrada y por ello debe de ser preservada a cualquier precio.

La aceleración de la vida moderna juega un papel en la falta de ser. La sociedad de labor y logros no es una sociedad libre. Genera nuevas restricciones. La dialéctica de amos y esclavos no aplica en una sociedad donde todos son libres. Nos lleva a una sociedad donde el Amo se ha vuelto un esclavo de la labor.

En esta sociedad de compulsión todos cargan un campo de trabajo dentro de si mismos. Uno mismo se vuelve guardia y prisionero. Nos explotamos a nosotros mismos. La explotación se vuelve posible sin dominación. La gente que sufre depresión, desorden bipolar, o síndrome de agotamiento laboral, desarrollan los mismos síntomas que las personas en los campos de concentración.

Muselmann, un termino despectivo utilizado en los campos de concentración para referirse a los prisioneros que carecían de vigor, como la gente con depresión aguda, que se han vuelto completamente apáticos y ya no son capaces de reconocer el frío físico o las ordenes dadas por los guardias. Podemos sospechar que los individuos modernos se han convertido en estos Muselmann también, sólo que bien alimentados y con obesidad probablemente.

Arendt concluye con resignación que la habilidad de actuar está restringida a sólo unos pocos, e invoca al pensamiento directo. El pensamiento, es el menos afectado por el desarrollo de la sociedad moderna. Aunque el futuro del mundo depende del poder humano de actuar y no de su poder de pensar, el pensamiento mantiene su importancia para el futuro de la humanidad porque sobrepasa cualquier otra actividad humana.

La vida contemplativa, no la vida activa, convierte a los seres humanos en lo que deberían ser.

La perdida de la habilidad de contemplar, entre otras cosas, nos lleva a la absolutización de la Vida Activa, que es responsable de la histeria y el nerviosismo de la sociedad moderna.