La energía neuronal.

Con el descubrimiento de los antibióticos dejamos atrás una época en la que eramos vulnerables a los estragos de los virus y las bacterias. Desde el punto de vista patológico, este siglo está determinado por el deterioro neuronal y las enfermedades neurológicas. Contrario a las defensas inmunológicas que hemos desarrollado a través de cientos de miles de años de evolución para combatir todo cuerpo extraño, no contamos con técnicas o tecnologías que puedan combatir el deterioro de nuestro cerebro. Ataque y defensa determinan la acción inmunológica, todo lo extraño es combatido aunque no tenga intenciones hostiles, aunque no represente peligro, es eliminado en base a su otredad.

La otredad representa la categoría fundamental de la inmunología, toda respuesta inmune es una reacción a la otredad.

La otredad está siendo reemplazado con lo diferente, lo diferente no hace enfermar a nadie, en términos de inmunología representa lo mismo.

Inclusive en nuestra sociedad, en esta época, hemos dejado de percibir a los extranjeros, a los inmigrantes, a los refugiados, como una amenaza, alguien que representa un gran peligro, ahora los vemos más bien como una carga.

La dialéctica de lo negativo es el rasgo fundamental de la inmunidad. La otredad inmunologicamente es lo negativo que se entromete en lo propio y se trata de negar su entrada. La autoafirmación inmunológica de lo propio es la negación de lo negativo.

La inoculación consiste en tomar fragmentos de lo extraño e introducirlos en lo propio para provocar una respuesta inmune, de está manera el mecanismo de negar el paso a lo negativo ocurre sin peligro de muerte. Una pequeña cantidad de daño auto infligido nos protege de un daño mayor, que puede ser letal.

Como vivimos en una época donde la Otredad está desapareciendo, vivimos en tiempos pobres en negatividad, de esta manera las enfermedades neurodegenerativas no siguen la dialéctica de lo negativo, sino de lo positivo, son condiciones patológicas que derivan del exceso de positividad.

El daño no sólo proviene de lo negativo, sino también de lo positivo.

Vivimos en los tiempos de la obesidad de todos los sistemas, de la información, la comunicación y la producción. Y la obesidad no provoca una reacción inmune.

Como una especie que evolucionó en extrema carestía, no contamos con un mecanismo que nos ayude a combatir el exceso, la inmunología no tiene una manera de afrontar este fenómeno.

Los efectos que aparecen cuando existe demasiado, (que derivan de la sobreproducción, sobrecomunicación, sobrerealización) como la fatiga, la sofocación y el agotamiento, no constituyen una reacción inmunológica, estos fenómenos afectan la energía neuronal.

La violencia de la positividad no requiere hostilidad, se desenvuelve específicamente en una sociedad permisiva y pacificada y se vuelve invisible, habita en el espacio donde no existe polarización entre lo interno y lo externo, lo propio y lo extraño.

La positivación del mundo permite que nuevas formas de violencia emerjan, que son inmanentes en nuestro sistema. Debido a esta inmanencia no se desarrolla una defensa inmune. La violencia neuronal, que conduce a infartos psíquicos, representa el terror ante la inmanencia que difiere radicalmente del horror que proviene de la otredad en el sentido inmunológico.

La violencia neuronal escapa de toda óptica inmunológica ya que no posee negatividad alguna. La violencia de la positividad no priva, satura, no excluye, abruma. Es por esto que se vuelve inaccesible a la percepción inmediata.

La depresión, el transtorno de deficit de atención con hiperactividad y el síndrome del agotamiento apunta hacia un exceso de positividad. La hiperactividad representa la masificación de los estímulos positivos.